Lanzándonos al Hades

thrown into hadesEntonces comenzó a increpar a las ciudades en las que había hecho la mayoría de sus milagros, porque no se habían arrepentido…. Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás elevada hasta el cielo? ¡Hasta el Hades descenderás! Porque si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, ésta hubiera permanecido hasta hoy. Sin embargo, os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti. (Mateo 11:20, 23-24 LBLA modificada)

Los seres humanos tomamos malas decisiones, y la gente de Capernaúm tomó una mala decisión…. Luego de ver a Jesús realizar milagros en medio de ellos, no le acogieron como Mesías ni se interesaron por obedecer sus enseñanzas.

El “ay” de Jesús no los ubica en una posición pasiva frente a él, sino como seres responsables a quienes sus ojos fueron abiertos para ver lo nuevo que Dios estaba haciendo en medio de Israel. La sentencia de Jesús se da porque la respuesta de Capernaúm fue inesperada. Después de todo, fue Jesús quien hizo los milagros entre ellos y los habitantes de esta ciudad pertenecían al pueblo de Dios, Israel. ¿Cómo era posible que teniendo la esperanza mesiánica delante de sus ojos la rechazaran?

Siendo honestos, no es tan difícil rechazar a Dios. Solo basta dar prioridad a nuestros asuntos, a nuestra rutina y a lo que conocemos. Tener ojos y no echar mano de lo que Dios ofrece en Jesucristo es sencillo: solo necesitamos continuar con la vida que llevamos. La inacción frente al llamado de Dios es a su vez una acción. No arrepentirse es seguir caminando en la misma dirección a pesar de las advertencias en el camino.

El texto nos presenta la intención de Dios para Capernaúm: elevarla hasta el cielo. Dudo mucho que se trate de una afirmación literal. La expresión parece sugerir el juicio positivo de Dios sobre la ciudad de esta haber aceptado a Jesús. Pero el texto contrarresta esta perspectiva a la luz de la poca recepción que recibió Jesús. “¡Hasta el Hades descenderás!”

Si bien el juicio de Dios sobre la ciudad es una sentencia que garantiza el castigo, la expresión “¡Hasta el Hades descenderás!” enfatiza que la sentencia negativa es la total responsabilidad de Capernaúm. El verbo «descenderás» (καταβήσῃ) está en voz media, lo que enfatiza una acción del sujeto sobre sí mismo. Capernaúm “se descenderá” o “se bajará” hasta el Hades con su falta de arrepentimiento frente a Jesús.

Al final, el evangelio nos dice que somos responsables de nuestro destino y pone dos caminos ante nuestros ojos. Podemos aceptar la gracia divina, por la cual Dios nos elevará “hasta el cielo” o podemos rechazarla, arrojándonos temerariamente hacia el Hades.

¿En qué sentidos nos negamos a aceptar el llamado de Jesucristo a nuestras vidas?

¿Qué te impide asumir el llamamiento que Dios te hace?

Elijamos el mejor camino. Pongamos nuestra lealtad en Jesús.

«Echad la red»

 

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Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No. Y El les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. (Juan 21:4-6 LBLA)

Jesús resucitó. Eso ya los discípulos lo sabían. Al final, la muerte no pudo vencerle. El pecado fue quitado del mundo, Satanás fue derrotado… y cada cual regresó a lo cotidiano de la vida. Los discípulos regresaron a Galilea y se dispusieron a pescar.

Después de una noche larga y sin resultados, ya saliendo el sol, los hombres escucharon una voz anónima desde la orilla: “Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado?”. ¡Qué ironía! Ellos en una barca rodeados de mar y solo capaces de responder: “No”. Ni uno solo.

“Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca”…. ¿Quién es ese hombre? ¿Qué sabía él? Pero, ¿había algo qué perder con intentarlo? Ya habituados por una noche de trabajo, lanzaron la red una vez más. ¿Por qué lo hicieron? Luego ninguno pudo explicarlo.

La voz de Jesús se insertó donde no había sido solicitada y su mandato fue enviado a unos que ignoraban su identidad. Solo después del milagro uno de los discípulos exclamó: “¡Es el Señor!” (Jn 21:7). La red vacía se llenó de peces y junto a ella la conciencia del Resucitado junto a ellos.

Respondiendo al mensaje del Evangelio

El llamado de los pescadoresPredicación dada el 25 de enero de 2015 en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) de Puerto Rico en Bo. Calzada, Maunabo.

Texto bíblico: Marcos 1.14-20 (LBLA)

14 Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, 15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.

16 Mientras caminaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, echando una red en el mar, porque eran pescadores. 17 Y Jesús les dijo: Seguidme, y yo haré que seáis pescadores de hombres. 18 Y dejando al instante las redes, le siguieron. 19 Yendo un poco más adelante vio a Jacobo, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, los cuales estaban también en la barca, remendando las redes. 20 Y al instante los llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras El.

Imagínese que se encuentra en su trabajo y de momento aparezca un sujeto que usted no conoce y le diga: “Sígueme”. Lo primero que usted le preguntaría sería: “¿Quién eres tú?” Lo segundo que le preguntaría: “¿Por qué debo abandonar mis responsabilidades para seguirte?” Yo, en particular, seguramente me negaría a tal solicitud. No estoy loco. No pondría mi vida en riesgo por alguien desconocido.

El pasaje al que le hemos dado lectura nos deja perplejos. Simón y Andrés, quienes eran hermanos, se encontraban echando las redes en el mar y, de momento, escucharon el llamado de Jesús, dejaron lo que estaban haciendo y le siguieron. Luego, un poco más adelante, Juan y Santiago, que preparaban las redes para echarlas al mar, son llamados por Jesús y, dejando a su padre, le siguieron. Se plantea, entonces, una pregunta: ¿qué escucharon ellos que los hizo abandonarlo todo? La respuesta a esta pregunta es importante pues nos dará una clave interpretativa para entender, no solo este pasaje, sino el libro de Marcos.

Para comenzar a comprender lo que sucedió con los discípulos debemos analizar los primeros versículos del evangelio según Marcos. El evangelio comienza en un ambiente de cumplimiento profético: Dios le promete a Jesús un mensajero que preparará su camino y entonces aparece Juan. Luego Juan anuncia a uno más poderoso que él y llega Jesús. Veamos entonces lo que sucede en Mc 1.9-10: “Y sucedió que en aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y cuando salía del agua, inmediatamente, él vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como paloma. Y una voz vino de los cielos: ‘Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido’”.

En el pensamiento de Marcos (y de otros escritores del NT) el mundo antes de la venida de Jesús se encontraba sometido al imperio de Satanás. Las experiencias humanas de pobreza, enfermedad y posesión satánica eran la consecuencia de un mundo en el que Dios no reinaba. Pero fíjese lo que sucede cuando Jesús es bautizado: Jesús ve que el cielo es rasgado. Cuando los niños en Navidad reciben sus regalos, ellos no piensan en reutilizar el papel que los envuelve. Rasgan el papel, lo rompen, porque desesperan en tener lo que está dentro de la envoltura. Cuando el cielo se rasgó fue abierto para no volverse a cerrar. Cuando Jesús fue bautizado se abrió una ventana entre el ámbito humano y celestial. Pero eso no es todo… Para que la creación sea libre de los poderes de Satán hace falta una fuerza capaz de oponérsele. Esa fuerza es el Espíritu de Dios. Tras el cielo rasgarse Jesús vio cómo el Espíritu Santo descendía sobre él. Luego Jesús escuchó una voz que le decía: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”. Así, en el evangelio de Marcos, Jesús queda establecido como el guerrero que le hará batalla a Satán y salvará a la humanidad.

Luego Marcos 1.12-13 nos dice lo siguiente: “E inmediatamente, el Espíritu le expulsó hacia el desierto; y estaba en el desierto durante cuarenta días, siendo tentado por Satán; y estaba con los animales salvajes y los ángeles le servían”. El Espíritu pone a Jesús en el campo de batalla y lo expone durante cuarenta días a la experiencia de Adán en el Edén y del pueblo de Israel en el desierto. El Hijo de Dios es tentado por Satanás. No se dice nada del desenlace de la experiencia desértica, pero entonces llegamos al texto que leímos hoy. “Pero después que Juan fue entregado, Jesús vino a Galilea, proclamando el evangelio de Dios y diciendo: ‘El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. Convertíos y creed en el Evangelio’” (Mc 1.14-15). Sabemos que Jesús venció porque vino a Galilea dando buenas noticias: Dios ha comenzado a irrumpir en la creación y a comenzado a establecer su dominio entre los seres humanos; la era antigua a comenzado a ser parte del pasado y ya es posible vivir en el tiempo y espacio de Dios (nueva creación). “Convertíos y creed en el evangelio.” El llamado de Jesús es a responder en fe a lo que Dios ha comenzado a hacer, pasando así del reino de Satanás al reino de Dios.

Es entonces cuando Jesús se fija en estos hombres que realizaban su profesión de pescadores y los llama con intención: “Venid en pos de mí y haré que seáis pescadores de seres humanos” (Mc 1.17). La expresión “pescadores de seres humanos” tiene varios sentidos: anuncia la predicación misionera, la enseñanza y los exorcismos de los discípulos en el futuro. A través de estas palabras Jesús les invita a participar de la guerra escatológica de Dios contra las fuerzas del mal.

Llegados hasta aquí podemos comenzar a contestar la pregunta que nos planteábamos al inicio: ¿qué escucharon los discípulos que los hizo abandonarlo todo? Los discípulos escucharon la buena noticia de que Dios había venido en su rescate y, más aún, que los invitaba a ser parte de los guerreros en la misión de rescatar vidas de las garras de Satán y a participar en el ministerio de la reconciliación del mundo con Dios.

La respuesta humana al llamado de Dios nunca se da en el vacío. Los discípulos respondieron a las palabras de Jesús “inmediatamente” porque la llegada del reino de Dios era algo que ellos esperaban. El evangelio tiene el poder de encender la esperanza en el corazón del que lo escucha. ¡El evangelio es una buena noticia! Nunca nos olvidemos de esto. La buena noticia es que Dios nos amó tanto que se acercó a nuestra realidad a través de Jesucristo y venció sobre los poderes de maldad para que vivamos y experimentemos la nueva creación.

Cuando el ser humano cree que la era escatológica se ha insertado en el presente, no solo responde inmediatamente sino que toma una decisión drástica. Si se quiere ser embajador y ciudadano del reino de Dios no se puede vivir igual, haciendo las mismas cosas como si nada hubiese ocurrido. Pedro y Andrés abandonaron su profesión de pescadores. Juan y Santiago dejaron a su padre y su profesión. Nuestras circunstancias son diferentes a la de estos primeros discípulos pero el llamado de Dios y nuestra respuesta no dejan de tener implicaciones importantes. Cuando aceptamos con fe el llamado de Jesús se da un quiebre con el pasado.

En 2 Corintios 5.17 Pablo dice: “Si alguien está unido a Cristo, hay una nueva creación. Lo viejo ha desaparecido y todo queda renovado” (PDT). La traducción literal del griego sería: “Si alguno está en Cristo—¡nueva creación!” Fíjese lo que esto significa: esos que han aceptado la irrupción del Dios vivo en la historia a través de Jesucristo y han vuelto su vida a Él son transformados en nueva creación. El futuro del cosmos que todos esperamos se anticipa en el presente por la gracia de Dios manifestada en nuestra fe. Pablo anuncia en sus cartas que a través de la cruz Dios ha anulado el cosmos de pecado y muerte y ha establecido un nuevo cosmos. Nosotros, por la fe, somos nueva creación. Por eso en 1 Corintios 10.11 Pablo se describe a sí mismo y a sus lectores como esos “para quienes ha llegado el fin de los siglos” (LBLA).

La llamada a los discípulos pone ante nosotros dos exigencias. Primero, los creyentes no podemos vivir como lo hacíamos antes. Debemos romper tajantemente con el pasado. Debemos mostrar lo que somos, nueva creación. El nuevo orden en el que nos insertamos pide de nosotros nuevos hábitos y una nueva conducta ante la vida. Por ejemplo: Saque tiempo para hablar con Dios. Haga el hábito de estudiar la Biblia. Establezca relaciones de amor y reciprocidad con los hermanos de la fe, deles tiempo, porque ellos son su familia.

Todo el tiempo nos comprometemos con cosas que nos cambian la vida. Se los ilustro con una experiencia sencilla que todos de una u otra manera hemos tenido: el trabajo. Hace más de dos años tuve un corto empleo de verano en Toa Baja. Ese mes fue para mí muy intenso y requirió que hiciese cosas que no hacía usualmente. Todos los días debí levantarme sumamente temprano, viajar hacia allá desde Humacao, atender grupos grandísimos de niños de tercer a duodécimo grado, etc., etc. En fin, mi vida durante ese periodo cambió. Así como las nuevas responsabilidades que conllevó mi trabajo durante ese mes, la fe cambia nuestra conducta, nuestros planes y nuestro discurso. La fe en lo que Dios ha hecho exige una reorientación total de la vida.

La segunda exigencia que pone en nosotros el llamado de Dios es la de compartir con otros el evangelio de Cristo. El evangelio es una buena noticia. El Papa Francisco, en un texto que redactó llamado Evangelii Gaudium, comienza diciendo unas palabras que creo ciertas:

La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

Si nuestro evangelio es una noticia alegre, unas palabras que anuncian el amor de Dios por el ser humano y su intención de salvarnos, ¿por qué no compartirlo? Si Dios quiere insertarnos en la nueva era que fue inaugurada en Jesús, ¿por qué no responder en fe? Si nuestro anuncio enciende la esperanza en el corazón, ¿por qué no responder en alabanzas a nuestro Dios? No debemos temer compartir estas buenas noticias. ¡Son buenas noticias!

Hoy le pedimos a Dios que encienda la llama de la fe en nuestros corazones en respuesta al anuncio de su evangelio. Le pedimos, además, que la fuerza de su Espíritu nos impulse a pescar seres humanos para su reino, proclamando alegremente que Dios se ha aparecido en Jesucristo para salvarnos. Amén.

La visión moral del Nuevo Testamento (4)

The Moral Vision of the New Testament - Richard B. Hays¿Cuáles son las categorías que guían el pensamiento ético de Pablo? Continuamos resumiendo algunos de los planteamientos de The Moral Vision of the New Testament: Community, Cross, New Creation, A Contemporary Introduction to New Testament Ethics de Richard B. Hays.

CAPÍTULO 1

Pablo: La koinōnia de sus sufrimientos

2. El marco teológico de la ética paulina

(b) La cruz: paradigma de fidelidad. La cruz de Jesús es un símbolo fundamental del pensamiento de Pablo. La abundancia de referencias a la cruz contrasta con la ausencia de alusiones a la vida ministerial de Jesús. Dada su importancia, ¿qué significaba para Pablo la crucifixión de Jesús? La respuesta es compleja:

En la cruz se dio el clímax de los tiempos, un cambio de era. En la cruz Jesús tomó sobre sí la maldición de la ley (Ga 3.13) para que los gentiles participaran de la herencia de Abrahán. La cruz es además la demonstración de la justicia (Rm 3.24-26) y del amor (Rm 5.8) de Dios, el evento en que Dios actuó para la redención del mundo. Es un misterio que confunde la sabiduría humana y desprecia el poder mundano (1 Co 1.21-31). Para la ética del NT es importante otra dimensión de la cruz: fue un acto de obediencia amoroso y sacrificado que es paradigmático para todos aquellos que están en Cristo (27).

En varios lugares Pablo describe a Jesús dando su propia vida. Por tanto, la muerte de Jesús no fue un accidente ni una injusticia. En Ga 1.4 Pablo nos dice que Jesús fue ese que “se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (LBLA). Luego, en Ga 2.20 Pablo dirá que Jesús “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (LBLA).

Sin debilitar la unicidad del evento del Calvario, Pablo interpreta el acto desprendido de Jesús dar su vida como una metáfora de acción para sus comunidades. Los creyentes deben servirse unos a otros en amor. Con esto de fondo podemos comprender un texto como Ga 6.2, que dice: “Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (LBLA) (27-28).

De la misma manera que la muerte de Cristo es una metáfora para la obediencia de los creyentes, la resurrección de Jesús es para Pablo un signo de esperanza de que esos que sufren por la fe serán finalmente vindicados por Dios. Pablo espera “conocerle a El, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como El en su muerte, a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos” (Flp 3.10-11 LBLA). Para Pablo, sufrir por la fe y servir a los hermanos creyentes es participar en los sufrimientos de Cristo (la cruz) (30-31).

La muerte de Jesucristo es un acto de fidelidad que simultáneamente reconcilia a la humanidad con Dios y establece una nueva realidad en la cual somos libres del poder del Pecado, siendo capaces de imitar el patrón de su vida (32). Por eso Pablo afirma con fuerza:

Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Ga 2.20 LBLA modificada).

Para otros ejemplos de cómo Pablo utiliza la cruz como metáfora para la vida comunitaria de sus iglesias ver Rm 15.1-3, 7; Flp 2.1-13.

El día que se rasgaron los cielos

Marcos 1 9 Y sucedió que en aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 Y cuando salía del agua, inmediatamente, él vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como una paloma. 11 Y una voz vino de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido».

Desde poco antes de comenzar el año empezaron a aparecer en programas de televisión y en medios noticiosos predicciones sobre el año 2015. Los mensajeros del futuro, en su mayoría, se especializan en la vida de los famosos y vociferan sobre sus futuros éxitos o fracasos: divorcios, casamientos, enfermedades, prosperidad, etc. Pero sabemos que las predicciones no son algo nuevo y que no se limitan a la vida de los famosos. Los seres humanos a lo largo de la historia han buscado conocer sobre su futuro. Explorando en lo que aún no ha sucedido buscan respuestas para el presente y seguridad existencial.

Contrario a perspectivas apocalípticas sobre el futuro que pululan entre muchos creyentes, que no hacen más que infundir temor, la buena noticia (evangelio) de Jesús no nos remite a un futuro desconocido sino a un pasado victorioso. En Jesús se cumplen las esperanzas de Israel (y del mundo). Este cumplimiento comienza a develarse de manera magistral en el capítulo 1 de Marcos:

Luego de Jesús ser bautizado por Juan, cuando salía del agua, Jesús tuvo una visión privada en la que vio “los cielos rasgados”. La expresión de Marcos difiere de la encontrada en Mateo y Lucas, que hablan de cielos abiertos. Lo que se abre se puede volver a cerrar, pero lo que está rasgado no puede volver a su condición original tan fácilmente. Para Marcos, en el bautismo de Jesús se ha dado una transformación cósmica fundamental e irreversible. Por su gracia, Dios ha derramado su Espíritu en la tierra. Ambas imágenes, los cielos rasgados y la venida del Espíritu son una señal de la llegada del eschaton.

Pero esto no termina, en la visión el Espíritu desciende sobre Jesús como paloma. Esto nos remite al relato de la creación de Gn 1, donde el Espíritu sobrevuela (incuba) sobre el caos primordial. Esto establece un paralelismo entre el principio y los días de Jesús: con el descenso del Espíritu da comienzo una nueva creación. Esa nueva creación se concentra en Jesús, a quien la voz celeste aclama como su Hijo amado. Tras la resurrección de Jesús nosotros también podemos participar de esa realidad escatológica. Por la fidelidad de Jesucristo nosotros también podemos ser llamados hijos de Dios y ser nueva creación.

Si bien los cristianos miramos hacia el futuro con la esperanza de que Jesucristo venga por segunda vez, nuestra fe mira al pasado a lo que Dios ya hizo. Para conocer sobre eso no necesitamos astrólogos ni adivinos, sino ir a los escritos que los primeros cristianos nos dejaron. No tenemos que vivir en temor pues los cielos ya han sido rasgados. Esperamos la consumación de los tiempos sin temor pues nuestra victoria ya sucedió en Jesús.

El comienzo (Mc 1.1-3)

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Marcos 1 1 El comienzo del evangelio de Jesús Cristo 2 (como está escrito en Isaías el profeta: «Mira, yo estoy enviando a mi mensajero delante de tu faz, que preparará tu camino, 3 la voz de uno gritando en el desierto: ‘¡Preparad el camino al Señor, haced rectos sus senderos!’»).

La historia humana es una de guerras y violencia. No hay un rincón civilizado en el mundo donde alguna vez no se haya derramado sangre. Nuestra historia continúa y seguimos repitiendo los mismos patrones de antaño: hoy hay seres humanos en guerra, hoy seguimos llenando la tierra con la sangre de nuestro prójimo.

Paradójicamente, los primeros creyentes en Jesús afirmaron contundentemente que, en la vida, muerte y resurrección del Cristo, el reino de Dios se insertó en nuestra realidad de muerte para transformala. Estos hombres y mujeres de fe testificaron que Jesús venció de manera definitiva las fuerzas destructivas que amenazaban la creación de manera que es posible una nueva vida. Con Jesucristo Dios comenzó a reinar sobre todo lo creado, de manera que es posible ser ciudadanos del reino de los cielos. Hoy podemos anticipar por el poder del Espíritu la plenitud que lo transformará todo en la parusía del Hijo.

No tenemos que vivir en los ciclos de violencia que ahogan a nuestras familias, relaciones y a nuestros países. Es posible tener una vida diferente pues con Jesucristo algo nuevo comenzó. Esto es una buena noticia y una invitación a conocer como se desarrolla esa noticia sobre Jesucristo en las Escrituras.

La tentación del Hijo de Dios (Mt 4.1-11)

Jesús en el desierto

“El intento del corazón del hombre es malo desde su juventud”—esas son palabras que Dios pronuncia en Gn 8.21 tras el diluvio universal y que atestiguan algo profundo sobre la naturaleza del ser humano.[1] “Desde joven el hombre sólo piensa en hacer lo malo” (DHH). ¿De dónde ha surgido esa propensión al pecado? Según el Génesis, desde el principio hemos escuchado la voz de Satán, voz que nos lleva al abismo existencial y nos aparta de la voluntad de Dios.

Ya en el Nuevo Testamento, en cierto momento Jesús le responde a sus críticos judíos que argumentaban ser hijos de Abraham y, por tanto, justos, y les dice:

Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. (Jn 8.44)

Fíjese que se dice que el diablo ha estado obrando en la humanidad “desde el principio”. En Ef 2 su autor nos dice que “la corriente de este mundo” es “conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (v. 2). Podemos deducir, entonces, que el modo en que se han construido las sociedades y la manera en que se nos ha enseñado a relacionarnos unos con otros no surgen de la intención del Creador. Desde el principio el ser humano no se ha conducido por los caminos de Dios porque ha tomado por ciertas las mentiras de Satán.

Pero, ¿qué pasaría si en algún momento de la historia un ser humano planteara otro modo de ser humano y sociedad que pusiera boca abajo “la corriente de este mundo”? ¿Qué tal si un ser humano se expusiera a Satán, escuchara sus mentiras y las superara? Las Escrituras nos dicen que tal cosa sucedió en la vida de Jesús. Hoy veremos un pasaje que muestra cómo Jesús venció las tentaciones del diablo. Tal victoria sobre los poderes maléficos que obran en el mundo tuvo su máxima expresión en la cruz y en la resurrección de Cristo.

En el Evangelio según Mateo, luego de Jesús ser bautizado, el texto dice que se escuchó “una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (3.17). Inmediatamente se nos dice que “entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (4.1). Esto debe remontarnos inmediatamente al pueblo de Israel que, tras ser libertado poderosamente por Yahvé de Egipto, vagó cuarenta años por el desierto.

En Dt 8 Moisés se dirige a los israelitas que están por entrar a la tierra prometida y les dice: “Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (v. 2). Esto nos da una pista interpretativa para el pasaje de Mt 4.1-11: nos encontramos ante la prueba del Hijo de Dios. Así como Israel fue probado para confirmar su estatus como pueblo elegido, así mismo Jesús, luego de haber escuchado la voz del cielo que afirmaba su filiación con el Padre, ha de confirmar esa relación con sus acciones. De entrada hemos de decir que Jesús venció sobre la tentación, de manera que el diablo le dejó (Mt 4.11). Quiero, pues, que veamos las pruebas a las que Satanás expuso a Jesús y que hoy se nos presentan, a veces de maneras muy veladas.

El texto de Mateo nos dice que “después de [Jesús] haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (4.2-3). Para entender esta tentación debemos volver al primer versículo que nos decía que fue el Espíritu de Dios, ese que había venido sobre él en el relato del bautismo en Mt 3, quien llevó a Jesús al desierto para ser tentado por Satanás. Ya en el desierto, después de cuarenta días ayunando y con mucha hambre, aparece Satanás a incitarlo a convertir piedras en pan. La respuesta de Jesús es la siguiente: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (4.4). Estas palabras se encuentran en Dt 8.3, cuando Moisés le dice al pueblo de Israel: “[Jehová] te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”. En otras palabras, Moisés le estaba recordando a los Israelitas que Dios los había sacado de Egipto al desierto, un ambiente difícil e imprevisible, pero que Dios estaba comprometido con el sustento del pueblo, por lo que proveyó el maná.

La primera tentación se puede articular de la siguiente manera: ¿confiará Jesús en el Dios que lo envió al desierto para su provisión o no? La victoria de Jesús nos muestra una clara conciencia del propósito de Dios para su vida. Dios lo acompañaba y guiaba. ¿Le fallaría Dios? Jesús sabía que no. De la misma manera los creyentes debemos confiar en el Dios que nos guía para nuestra provisión. En ocasiones los ambientes serán difíciles pero debemos estar confiados en el Dios y Padre de Jesús. La otra opción es asumir el mando y tomar decisiones por nuestra cuenta. Pero cuidado, en nuestra vida cotidiana los caminos del Espíritu no se nos aparecen explícitamente. En lo concreto, expresar nuestra confianza en Dios se manifestará usualmente en hacer una oración sencilla poniendo todo en las manos de Dios, meditar sobre cuál es el paso adecuado y actuar.

La segunda tentación va por otro camino. El diablo lleva a Jesús al pináculo del templo de Jerusalén y le pide que se eche abajo citando el Sal 91.11-12. Ahí el salmista declara las protecciones de Dios a aquel que confía en Él.

Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, y,
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra. (Mt 4.6)

A esto Jesús respondió: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Mt 4.7). La frase está tomada de Dt 6.16, donde dice: “No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah”. ¿Qué sucedió en Masah? Esto se cuenta en Ex 17.1-7: El pueblo de Israel estaba en el desierto y se encontraba sediento pues no encontró agua en el lugar que Yahvé lo envió. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés y tentaba a Dios cuestionando si estaba en medio de ellos.

"Tírate abajo..."Jesús vence la segunda tentación negando tentar a Dios a manifestar su favor de manera fortuita. Tentar a Dios es lo mismo que querer obligarlo a actuar. Esto nos puede incomodar un poco pero en ocasiones las oraciones que se escuchan en la iglesia pretenden hacerle a Dios un torniquete o llave maestra. El asunto se parece un poco a la magia: gestos correctos más palabras correctas, resultado esperado. “Tírate de acá arriba y ya verás que vienen ángeles a agarrarte.” Jesús vence la tentación porque en el corazón de Jesús está hacer lo que Dios quiere, no obligar a Dios a hacer lo que él quiere. Muy bien lo dirá Jesús en Mt 6.10 cuando ore: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Por tanto, de nuestra parte está siempre pensar en la libertad de Dios para actuar o no confiando en que él hará lo mejor por nosotros sus hijos e hijas.

En estos días pasados mi esposa me preguntó qué significaba eso de que los discípulos tomarían serpientes y que no les pasaría nada (véase Lucas-Hechos). Yo le repliqué que se trataba de una promesa de protección a los discípulos mientras ellos cumpliesen la voluntad de Dios. En otras palabras, nada les pasaría hasta que hubiesen cumplido lo que Dios quería de ellos. La apropiación de versículos parecidos para ejecutar actos temerarios es una deformación del mensaje que estos textos quieren promulgar. Un ejemplo de una mala aplicación de las Escrituras es la de un pastor que, a inicios de año y supuestamente guiado por una revelación, murió ahogado por querer caminar como Jesús sobre las aguas ante su congregación. Cuando Jesús hizo un milagro de comida lo hizo por compasión y en consonancia a la voluntad del Padre. Los milagros nacen de la gracia de Dios y de su carácter amoroso.

"Todo esto te daré..."La última tentación tiene una proporción cósmica. “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mt 4.8-9). Se propone una inversión en el estatus de Jesús: de ser un Hijo de Dios sin nada, a ser un servidor de Satanás en posesión de todos los reinos del mundo. Pero tal petición niega un elemento fundamental de la religión judía: Sólo Dios debe ser adorado. Por eso, “Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mt 4.10). Jesús sabía que el Padre era más fuerte que Satanás y que vencería sobre él. Tal victoria se da en la cruz y en la resurrección. Por eso Jesús al final de Mateo dirá: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (28.18).

Hay pues, maneras legítimas e ilegítimas, según Cristo, de obtener poder. Además, hay maneras adecuadas e inadecuadas de definir el poder. El poder de Dios es el poder para servir. Es sólo de esa manera que podemos asegurar que una autoridad es legítima. Ya lo dijo Jesús en Mt 20.25-28:

Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

El 8 de marzo de 2014 se celebraba el Día Internacional de la Mujer que celebra el progreso de la mujer en una sociedad tradicionalmente machista. El machismo asegura que el hombre es superior a la mujer y que por tanto tiene autoridad sobre ella. En nuestro contexto una de sus expresiones es la desigualdad laboral. A las mujeres, a pesar de tener la misma o más preparación que los hombres, se les da un sueldo más bajo o se les niegan los puestos más altos. Otra de sus expresiones es la violencia doméstica en la cual, la gran mayoría de las veces, mujeres y niños son maltratados por no complacer las demandas del hombre de la familia. Todas estas costumbres deformadas de los seres humanos son hechas trizas por el evangelio de Cristo. El orden del mundo no corresponde al orden del Creador. El poder de Dios se expresa en servicio y amor.

Finalmente, luego del Hijo de Dios haber articulado claramente su fidelidad al Padre y desmontado los intentos de hacerle tambalear, el diablo lo abandonó. Y el que estaba hambriento fue servido por ángeles por que sí, como afirma el Sal 91, Dios cuida de los suyos (Mt 4.11). Quiera Dios que nosotros, como Jesús, podamos ser fieles a Él, sometidos a su voluntad y que podamos confiar todos los días que estamos en sus manos. Amén.


[1] A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la traducción Reina-Valera 1960.

La venida del Señor según 1 Tesalonicenses

raptoEn los círculos cristianos evangélicos se ha popularizado desde hace casi un siglo la enseñanza de un rapto cristiano masivo. Esto es así gracias a la publicación y éxito de escritos como la Biblia de Referencia Scofield (1917) y The Late Great Planet Earth (1970) de Hal Lindsey. Este arrebatamiento/rapto ocurriría antes de un periodo de siete años de tribulación, tras los cuales Cristo regresaría como Señor a juzgar al mundo e instalar un reino milenario. La venida del Señor tendría dos partes: el arrebatamiento de la iglesia del mundo y el regreso de Cristo luego de los siete años de tribulación. A esta posición se le conoce como dispensacionalismo pretribulacional y premilenial.

Uno de los textos favoritos (si no es el favorito) para sostener esta posición es 1 Ts 4.15-17. Es más productivo hacernos una idea general de 1 Tesalonicenses antes de ir a este texto específico, por lo que de inicio veremos un poco el contexto en el que la escribió Pablo.

La iglesia en Tesalónica, capital de Macedonia, fue una comunidad originada por la predicación del apóstol Pablo (Hch 17.1-10). Pablo y sus compañeros tuvieron que abandonar la misión en ese lugar de manera repentina debido a una creciente persecución. Al momento de escribir 1 Tesalonicenses, parece ser que la iglesia había atravesado un tiempo de persecución “a manos de sus paisanos” (2.14). Aunque Pablo le había advertido a los tesalonicenses de las dificultades que surgirían debido al modo de vida cristiano, él se encontraba preocupado por la fortaleza de su fe tras ese periodo difícil (3.1-5). Por esta razón, envió a Timoteo a fortalecer a la comunidad, pero ¡qué sorpresa que se encontró a una comunidad vibrante! Cuando Timoteo regresó del viaje con las buenas noticias, el apóstol se lleno de inmensa alegría (3.6-10). “El saber que ustedes están firmes en el Señor, nos reaviva”—dice el apóstol en 1 Ts 3.8.

A su regreso, Timoteo trajo consigo algunas preguntas y preocupaciones de la comunidad. Éstas fueron contestadas por Pablo en lo que se conoce como la segunda parte de la carta, que cubre 1 Ts 4.1–5.24. Es importante constatar que el contenido de esta sección es práctico, no especulativo.[1] En ese espacio Pablo trata de manera muy global la ética sexual (4.3-8), el amor entre creyentes (4.9-10) y la necesidad del trabajo (4.11-12). Luego va a una parte más amplia sobre la venida del Señor (4.13-5.11) y culmina las exhortaciones con unas instrucciones generales (5.12-22). Veamos de manera más específica 1 Ts 4.13-5.11.

Una de las preocupaciones de la comunidad era referente a sus muertos. Las preguntas que se intentan contestar son: ¿qué sucederá con nuestros muertos? ¿presenciarán la venida del Señor? ¿participarán en su glorioso desfile a la tierra? Pablo intenta consolar a esta comunidad afirmando la esperanza en la resurrección. “Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él” (4.14). Luego, utilizando imágenes apocalípticas comunes en su tiempo, Pablo escribe lo siguiente:

Por esto les decimos a ustedes, como enseñanza del Señor, que nosotros, los que quedemos vivos hasta la venida del Señor, no nos adelantaremos a los que murieron. Porque se oirá una voz de mando, la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, y el Señor mismo bajará del cielo. Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; después, los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre. Anímense, pues, unos a otros con estas palabras. (4.15-18)

He ennegrecido varios términos importantes que son los que nos aclararán el significado del pasaje. Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿qué significa “la venida del Señor”? La interpretación del arrebatamiento pretribulacional interpreta este pasaje como “la venida de Jesús a buscar a su iglesia”. Un estudio de la palabra «venida» (parousia) nos arroja otro significado. Parousia tiene dos significados principales:[2]

  • En un contexto de culto, la palabra evocaba la venida de una deidad, que en ese momento se hacía presente a través de una revelación de su poder, o cuya presencia era celebrada en medio del culto.
  • La palabra se volvió el término oficial de la visita de una persona de alto rango, en particular, de la visita de reyes y emperadores a una provincia.

Si hacemos una inferencia, el pasaje en realidad no nos dice que Jesús aparecerá en el cielo y saludará al mundo a lo lejos para luego desaparecer con la iglesia. Lo que el pasaje pretende exponer es que Jesús hará presencia en el mundo, nos visitará como un emperador visitaba sus provincias.[3]

El pasaje dice que, luego de los muertos resucitar, los vivos “seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire”. Podemos notar que, en efecto, habrá un “rapto”. Lo que el pasaje no dice es que Jesús, quien va bajando del cielo, se dará media vuelta y regresará. La palabra «encontrarnos» (apantēsis) expresa el recibimiento que los súbditos le hacen a su rey, reina o gobernante: salen de su ciudad a recibirle y lo acompañan al final de su trayecto a la ciudad.[4] Lo que Pablo está diciendo aquí es lo siguiente: seremos llevados a las nubes con Cristo y lo acompañaremos en su marcha gloriosa a la tierra. Se ha cumplido la esperanza cristiana. Los creyentes en Jesús han sido vindicados y ahora estarán “con el Señor para siempre” (4.17).

Pablo presupone que luego vendrá algún tipo de juicio (5.3). La venida del Señor será repentina (5.2) y aquellos que “duermen” (5.7) experimentarán “destrucción” (5.3) y “castigo” (5.9). En 1 Ts 5, Pablo insta a los tesalonicenses a mantenerse despiertos y vigilantes. “Debemos protegernos, como con un coraza, con la fe y el amor, y cubrirnos, como con un casco, con la esperanza de la salvación. Porque Dios no nos destinó a recibir el castigo, sino a alcanzar la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (5.8-9).

En conclusión, vemos que Pablo, a través de su enseñanza escatológica, pretende dar esperanza a la comunidad cristiana en Tesalónica. Un asunto que debe tratarse es si el lenguaje apocalíptico que Pablo utiliza debe interpretarse literalmente (el lenguaje apocalíptico es metafórico por naturaleza) y ver la relación de este texto con otros que describen el mismo evento en las cartas paulinas (1 Co 15.23-27, 51-54; Flp 3.20-21). Otro día será.


[1] M. Eugene Boring, An Introduction to the New Testament: History, Literature, Theology (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2012), 215.

[2] William F. Arndt et al., A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 2nd ed. (Chicago: University of Chicago Press, 1979), 630.

[3] N.T. Wright, Surprised by Hope: Rethinking Heaven, the Resurrection, and the Mission of the Church (New York: HarperCollins e-books, 2008), 128-29, Kindle.

[4] Boring, An Introduction to the New Testament, 216.

El gran banquete (Lc 14.15-24)

Sermón dado en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) de Maunabo, PR el 8 de septiembre de 2013.

¡Dichoso el que participe del banquete del reino de Dios!—eso dijo un hombre tras escuchar a Jesús regañar a los asistentes a un banquete organizado por un jefe fariseo (Lc 14.15). Allí Jesús había sanado a un hombre enfermo de hidropesía (14.1-6), hablado en contra de la búsqueda de honor ante las personas (14.7-11) y de hacer cosas por los demás esperando algo a cambio (14.12-14). Parece ser que este buen compañero de mesa creyó cumplir con los requerimientos del reino de Dios, por lo que le expresó a Jesús su alegría. Jesús le respondió con La parábola de la gran cena (14.16-24).

En la parábola, un hombre da una gran cena e invita a muchas personas (14.16). En la antigüedad, los invitados a un banquete eran alertados de las otras personas que estaban convidadas a la cena. Si consideraban que los invitados eran los correctos, todos asistían, de otra manera, todos se excusaban. Las excusas podían ser “baratas” y eran la manera tradicional de desaprobar la realización de la cena en el Oriente Medio. Los invitados de la parábola se excusaron por múltiples razones, por lo que el anfitrión “se enojó” y envió a su criado a buscar a todos aquellos que encontrase de las clases bajas de su sociedad (14.21). Incluso, mandó a invitar a aquellos que habitaban “por los caminos y cercados”, los más pobres entre los pobres y a quienes no se les permitía entrar a la ciudad en las noches. Al hacer esto, el anfitrión, que se infiere que era una persona muy rica, rompió su relación con todos aquellos familiares, amigos y conocidos de las clases altas.[1] “[N]inguno de aquellos primeros invitados comerá de mi cena.”—dijo de manera categórica el amo (14.24). Como se trata de una parábola, debemos preguntarnos: ¿a quienes representan los personajes que aparecen en el relato?

Comenzamos diciendo que el anfitrión o “amo” es Dios y la “gran cena” no es otra cosa que el “reino de Dios”. Las invitaciones a la gran cena primero fueron dirigidas a los justos, que podemos interpretar como los líderes religiosos del pueblo judío. Pero estos prefirieron continuar en sus asuntos y rechazar la invitación divina. Debido a esto, el Padre envió a Jesús “a los pobres, los inválidos, los ciegos y los cojos” (14.21). Pero el amo de la parábola fue más allá de las fronteras de la ciudad. La invitación luego fue hecha a los que vivían fuera, que representan a los gentiles. En la obra de Lucas, la predicación a los gentiles no es algo que se desarrolle propiamente con Jesús, sí con los apóstoles en el libro de los Hechos. Varias vías de interpretación son posibles para este pasaje. A continuación tres puntos para reflexionar.

En primer lugar, la entrada al banquete celestial debe ser precedida por nuestra renuncia a toda atadura “terrenal”: familia, posesiones, posición en la iglesia, reputación, etc. También debemos renunciar a nuestra propia justicia. Creernos más que otra persona, pensarnos más justos que “aquel otro”, decir “¡Que bueno que no soy como esa!”, son respuestas negativas a la invitación divina y traicionan el mensaje de Jesús. Dios traspasa las divisiones sociales que nos separan por etnia, clase social y conducta e incursiona en espacios que nosotros mismos hemos desatendido. El reino de Dios vendrá a aquellos que se sepan dignos de necesitarlo, aunque según nuestra apreciación no sean dignos de entrar.

Segundo, Dios ha manifestado su gracia de una manera tan sorprendente que a nosotros, los gentiles, nos ha “obligado” a ser parte de su pueblo. La frase de Lc 14.23, “fuérzalos a entrar” (RVR1960), “obliga a otros a entrar” (DHH), tiene una muy triste historia. Durante la conquista española en América la frase de Lucas fue justificación para utilizar la violencia como modo de imponer la “fe cristiana”.[2] Para aclarar este versículo, podemos decir que las personas a las que el amo de la parábola hace la invitación no se supone que pudiesen entrar en el espacio de la élite después de la hora de los negocios. La orden del amo es un llamado a aquellos desplazados a superar sus miedos y a entrar en un terreno que se suponía prohibido para ellos. Entendiendo esto podemos notar la gracia de Dios, que extiende sus brazos fuera de los límites sociales e invita a otros a ser parte de su familia. “No importan las estratificaciones que la sociedad haya establecido. Nada impide que te sacies con la cena que he preparado para ti. ¡Ven y disfruta el banquete!” ¡Demos gracias a Dios!

Por último, creo que hay una pregunta punzante e incómoda que este relato le hace a la iglesia y, por tanto, a todos nosotros: ¿a quién invitas a comer? Si es a los desplazados, a los que están fuera de nuestro círculo social, a quienes va dirigido el banquete de la parábola, ¿hacia dónde dirigimos nuestros recursos, esfuerzos y servicio como iglesia e individuos? Si Dios invita a su banquete a quienes menos esperamos, indudablemente, como se dice popularmente, en el reino de Dios habrán sorpresas. Amén.


[1] Bruce J. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I: Comentario desde las ciencias sociales (Navarra, España: Verbo Divino, 2002), 277-79.

[2] Eliseo Pérez Álvarez, Abya Yala; discursos desde la América des-norteada (México, D.F.: Pubicaciones El Faro, 2010), 9.

Si Dios es violento, el cristiano también

Jesús crucificadoLa perspectiva Girardiana se sostiene en el supuesto de que Dios no es violento. Esta es aún más específica al afirmar que Jesús mostró el rostro pacífico del Padre y que su muerte en la cruz expuso los caminos violentos por los que transitaba la humanidad desde hacía milenios gracias a la mímesis. Aún en la cúspide de su humillación y al borde de la muerte, Jesús se resistió a pedir venganza a Dios y dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» (Lc 23.34) Jesús murió como víctima inocente, y es como tal que Dios lo resucita (cosa que atestiguan las marcas en sus manos, pies y costado en sus apariciones post-pascuales). Gracias a Jesús se da un giro en cómo se escribe la historia: ahora se hará desde la perspectiva de las víctimas. El marginado tiene valor, el extranjero debe ser recibido, la vida de todo ser humano debe ser afirmada y celebrada. Es debido a esto que la comunidad cristiana primitiva practicó una compasión contra-cultural: recibió y cuidó a los desplazados sociales de su tiempo.

Me ha preocupado desde hace algún tiempo las expresiones violentas que ha asumido el cristianismo. La historia atestigua cómo en nombre de la fe se han realizado guerras (e.g., las Cruzadas) y se ha devaluado a seres humanos (e.g., los nativos de América durante la conquista). Pero más allá de ir a un pasado remoto, mi preocupación se enfoca en el lenguaje exclusivista, juicioso y poco tolerante que escucho en la radio, la televisión y los púlpitos. Parece ser que en algunas expresiones del cristianismo hay problemas para coexistir con el «otro».

La pregunta que me sirve de “aguijón en la carne” es: ¿de dónde proviene ese lenguaje? ¿qué lo alimenta? La opción más adecuada, después de lo más obvio, que sería la cultura, es de una lectura inocente de las Escrituras. Yo creo que en la Biblia hay luz para la vida, pero al mismo tiempo creo que puede oscurecer los caminos de la existencia si no sabemos reconocer los modelos negativos de religiosidad que se muestran en sus páginas. Tomando como ejemplo dos momentos concretos del texto bíblico, el cristianismo en ocasiones asume el “etnocentrismo” de Esdras 10, en el que los hombres debían abandonar a las mujeres de otras naciones y a sus hijos en nombre de la fidelidad a Dios. ¿Cómo se sostendrían las mujeres y los niños en una cultura patriarcal? A pesar del lenguaje emocional y solemne del pasaje, algo huele muy mal. Otro ejempo sería el conflicto de legitimidad religiosa que había entre judíos y samaritanos desde mucho antes de Jesús. Poniéndolo en “arroz y habichuelas”, una fe bíblica puede hacer daño. En particular, hace daño cuando pone su celo religioso por encima de la dignidad del “prójimo”. Refiriéndose a las diferentes expresiones que han asumido el cristianismo, el islam y el judaísmo, Richard Kearney dice que

las tres religiones abrahámicas testifican de una ambivalencia básica en las respuestas humanas al desconocido divino. Puedes matar al extraño como un enemigo amenazante o superar el miedo inicial y responder con un gesto de bienvenida.[1]

Los cristianos tenemos el modelo de Jesús, el Cristo, según ha sido revelado en los evangelios. Preguntas como ¿con quién comió Jesús? ¿a quién dirigió su ministerio? ¿a quién llamó a seguirle? ¿a quién criticó? nos pueden servir de guía para mostrarnos el camino de la fe plena y abundante. Esto no quiere decir que en el AT o en otros libros del NT no haya verdad revelada, más bien es reconocer que en Jesús ha llegado la plenitud de la revelación. La Biblia raramente tiene una única opinión sobre los diversos temas que trata (algo lógico dada su compleja redacción y ensamblaje). Hay que tener criterios éticos que afirmen la vida para discernir y juzgar las múltiples voces que se nos presentan. Pero como cristianos, partimos de Jesús.


[1] Richard Kearney, Anatheism: Returning to God After God (New York: Columbia University Press, 2011), 37, Kindle.