«Echad la red»

 

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Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No. Y El les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. (Juan 21:4-6 LBLA)

Jesús resucitó. Eso ya los discípulos lo sabían. Al final, la muerte no pudo vencerle. El pecado fue quitado del mundo, Satanás fue derrotado… y cada cual regresó a lo cotidiano de la vida. Los discípulos regresaron a Galilea y se dispusieron a pescar.

Después de una noche larga y sin resultados, ya saliendo el sol, los hombres escucharon una voz anónima desde la orilla: “Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado?”. ¡Qué ironía! Ellos en una barca rodeados de mar y solo capaces de responder: “No”. Ni uno solo.

“Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca”…. ¿Quién es ese hombre? ¿Qué sabía él? Pero, ¿había algo qué perder con intentarlo? Ya habituados por una noche de trabajo, lanzaron la red una vez más. ¿Por qué lo hicieron? Luego ninguno pudo explicarlo.

La voz de Jesús se insertó donde no había sido solicitada y su mandato fue enviado a unos que ignoraban su identidad. Solo después del milagro uno de los discípulos exclamó: “¡Es el Señor!” (Jn 21:7). La red vacía se llenó de peces y junto a ella la conciencia del Resucitado junto a ellos.