Si Dios es violento, el cristiano también

Jesús crucificadoLa perspectiva Girardiana se sostiene en el supuesto de que Dios no es violento. Esta es aún más específica al afirmar que Jesús mostró el rostro pacífico del Padre y que su muerte en la cruz expuso los caminos violentos por los que transitaba la humanidad desde hacía milenios gracias a la mímesis. Aún en la cúspide de su humillación y al borde de la muerte, Jesús se resistió a pedir venganza a Dios y dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» (Lc 23.34) Jesús murió como víctima inocente, y es como tal que Dios lo resucita (cosa que atestiguan las marcas en sus manos, pies y costado en sus apariciones post-pascuales). Gracias a Jesús se da un giro en cómo se escribe la historia: ahora se hará desde la perspectiva de las víctimas. El marginado tiene valor, el extranjero debe ser recibido, la vida de todo ser humano debe ser afirmada y celebrada. Es debido a esto que la comunidad cristiana primitiva practicó una compasión contra-cultural: recibió y cuidó a los desplazados sociales de su tiempo.

Me ha preocupado desde hace algún tiempo las expresiones violentas que ha asumido el cristianismo. La historia atestigua cómo en nombre de la fe se han realizado guerras (e.g., las Cruzadas) y se ha devaluado a seres humanos (e.g., los nativos de América durante la conquista). Pero más allá de ir a un pasado remoto, mi preocupación se enfoca en el lenguaje exclusivista, juicioso y poco tolerante que escucho en la radio, la televisión y los púlpitos. Parece ser que en algunas expresiones del cristianismo hay problemas para coexistir con el «otro».

La pregunta que me sirve de “aguijón en la carne” es: ¿de dónde proviene ese lenguaje? ¿qué lo alimenta? La opción más adecuada, después de lo más obvio, que sería la cultura, es de una lectura inocente de las Escrituras. Yo creo que en la Biblia hay luz para la vida, pero al mismo tiempo creo que puede oscurecer los caminos de la existencia si no sabemos reconocer los modelos negativos de religiosidad que se muestran en sus páginas. Tomando como ejemplo dos momentos concretos del texto bíblico, el cristianismo en ocasiones asume el “etnocentrismo” de Esdras 10, en el que los hombres debían abandonar a las mujeres de otras naciones y a sus hijos en nombre de la fidelidad a Dios. ¿Cómo se sostendrían las mujeres y los niños en una cultura patriarcal? A pesar del lenguaje emocional y solemne del pasaje, algo huele muy mal. Otro ejempo sería el conflicto de legitimidad religiosa que había entre judíos y samaritanos desde mucho antes de Jesús. Poniéndolo en “arroz y habichuelas”, una fe bíblica puede hacer daño. En particular, hace daño cuando pone su celo religioso por encima de la dignidad del “prójimo”. Refiriéndose a las diferentes expresiones que han asumido el cristianismo, el islam y el judaísmo, Richard Kearney dice que

las tres religiones abrahámicas testifican de una ambivalencia básica en las respuestas humanas al desconocido divino. Puedes matar al extraño como un enemigo amenazante o superar el miedo inicial y responder con un gesto de bienvenida.[1]

Los cristianos tenemos el modelo de Jesús, el Cristo, según ha sido revelado en los evangelios. Preguntas como ¿con quién comió Jesús? ¿a quién dirigió su ministerio? ¿a quién llamó a seguirle? ¿a quién criticó? nos pueden servir de guía para mostrarnos el camino de la fe plena y abundante. Esto no quiere decir que en el AT o en otros libros del NT no haya verdad revelada, más bien es reconocer que en Jesús ha llegado la plenitud de la revelación. La Biblia raramente tiene una única opinión sobre los diversos temas que trata (algo lógico dada su compleja redacción y ensamblaje). Hay que tener criterios éticos que afirmen la vida para discernir y juzgar las múltiples voces que se nos presentan. Pero como cristianos, partimos de Jesús.


[1] Richard Kearney, Anatheism: Returning to God After God (New York: Columbia University Press, 2011), 37, Kindle.

Perdiéndolo todo, lo ganamos todo (Lucas 12.22-34)

LiriosSermón dado en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) de Maunabo, PR el 11 de agosto de 2013.

Texto bíblico: Lucas 12.22-34 DHH

22 Después dijo Jesús a sus discípulos: «Esto les digo: No se preocupen por lo que han de comer para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. 23 La vida vale más que la comida, y el cuerpo más que la ropa. 24 Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan, ni tienen granero ni troje; sin embargo, Dios les da de comer. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves! 25 Y en todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? 26 Pues si no pueden hacer ni aun lo más pequeño, ¿por qué se preocupan por las demás cosas?

27 »Fíjense cómo crecen los lirios: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. 28 Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡cuánto más habrá de vestirlos a ustedes, gente falta de fe! 29 Por tanto, no anden afligidos, buscando qué comer y qué beber. 30 Porque todas estas cosas son las que preocupan a la gente del mundo, pero ustedes tienen un Padre que ya sabe que las necesitan. 31 Ustedes pongan su atención en el reino de Dios, y recibirán también estas cosas.

32 »No tengan miedo, ovejas mías; ustedes son pocos, pero el Padre, en su bondad, ha decidido darles el reino. 33 Vendan lo que tienen, y den a los necesitados; procúrense bolsas que no se hagan viejas, riqueza sin fin en el cielo, donde el ladrón no puede entrar ni la polilla destruir. 34 Pues donde esté la riqueza de ustedes, allí estará también su corazón.

El pasaje que nos ocupa hoy se encuentra en una sección amplia de Lucas en la que Jesús se encuentra caminando con “valor” hacia la ciudad de Jerusalén (9.58). En el camino surgen hostilidades hacia Jesús por parte de los maestros de la ley y los fariseos (11.53). Jesús, entonces, toma un espacio para enseñarle a sus discípulos (12.1, 22) cuál debía ser su conducta para llevar a cabo el anuncio del reino de Dios de manera efectiva.

Es sabiduría común que el ser humano debe trabajar para comer. Aquí en Puerto Rico, un trabajo full time como empleado regular tomaría unas cuarenta horas a la semana y el cobro sería quincenal. La persona común que trabaja lo hace porque lo necesita y con el dinero que recibe compra comida, paga deudas y, si el sueldo se lo permite, se da un gustito de aquí o allá. Esta situación es sumamente diferente a la de los discípulos de Jesús.

En Lucas 18.28 Pedro le dice a Jesús: “Señor, nosotros hemos dejado todas nuestras cosas y te hemos seguido.” Pero eso no es todo, cuando Jesús envía a sus discípulos “a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos” (9.2), les dice: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto.” (9.3) El pasaje de Lc 12.22-34 se dirige a personas que habían abandonado el trabajo que les daba sustento por seguir a Jesús (cf. Lc 10.3-12). Jesús busca aliviar su ansiedad sobre la comida, bebida y ropa.[1]

Como parte de su misión evangelizadora, aquí entendida como el anuncio del reino de Dios, los discípulos fueron llamados a renunciar a su seguridad económica. Ya vimos que para evangelizar no debían llevar “ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto” (9.3). Nos viene entonces la pregunta: ¿cómo justifica Jesús esa encomienda?

Jesús le afirma a sus primeros discípulos que si se enfocan en anunciar el reino de Dios, yendo por las calles sin cargar comida, sin ayudas físicas como el bastón, sin bolsos y sin ropa para cambiarse, lo que es necesario para la subsistencia también llegará. El argumento se refuerza utilizando a la naturaleza como ejemplo. Jesús les dice a sus discípulos algo así:

Ustedes están preocupados porque no tienen trabajo. Pero, ¿saben qué? ¡Los cuervos tampoco hacen nada y Dios les da de comer! ¿Están preocupados porque no tienen ropa de repuesto? ¡Miren a los lirios! ¡Tampoco hacen nada y miren lo lindos que se ven! Es más, la hierba, que nosotros tenemos por tan poca cosa y quemamos en el horno, miren lo bonita que se ve cuando está en el campo. Ustedes valen para el Padre mucho más que las aves y las plantas. Despreocúpense de la comida y el vestido. Enfóquense en la misión que les ha sido dada y el Padre velará por ustedes.

El pasaje termina con Jesús diciéndole a sus discípulos que lo vendan todo y que con lo que reciban ayuden a la gente necesitada. Él sabe de la inseguridad que está trayendo a sus vidas, pero les asegura que hay “riqueza sin fin en el cielo” para aquel que le obedezca (12.33). Podemos interpretar este pasaje de varias maneras para nuestro hoy.

Lo primero que debemos establecer es que no existe tal cosa como un “evangelio de la prosperidad”. Si el evangelio es Cristo, debemos establecer que aquellos que prometen riqueza, multiplicación y abundancia material no representan el mensaje del Maestro. “Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.” (9.58) “Jesús y sus discípulos, quienes dependían de la hospitalidad de otros, estaban ocasionalmente menos que llenos [de comida y bebida].”[2] Debemos establecer una diferencia entre nuestros deseos y nuestras necesidades reales. Lo que Jesús le promete a sus discípulos es lo necesario para vivir. ¿No creen imprudente que mientras algunos creyentes piden riquezas, en el año 2012 habían unas 870 millones de personas en estado de subnutrición, el 12.5% de la población mundial?[3] Esto nos lleva de manera natural al siguiente punto.

¿Cómo suple Dios le necesidad de los discípulos y necesitados según el libro de Lucas? Si notamos, no es de manera milagrosa. Existe una dimensión mucho más humana dentro del cuidado de Dios que tendemos a pasar por alto. En el evangelio de Lucas, Dios cuida de los discípulos y de los necesitados a través de la hospitalidad humana. Esto nos recuerda una frase que está muy inmiscuida en el lenguaje del cristianismo de nuestro país: debemos ser “instrumentos de Dios”. Dios tiene rostro humano. Las necesidades no se resuelven solas. Se necesitan personas que las solucionen.

El último punto es sobre la esperanza. Si algo se trabaja a lo largo del capítulo 12 de Lucas es que la vida cristiana no está sin rumbo, no se mueve al azar. Dios estima la vida humana y el creyente encuentra en él significado. El futuro no debe parecernos misterioso. Nuestra vida terrenal llegará a su fin por la voluntad del Padre y cuando resucitemos estaremos con él en el cielo, que es una metáfora del lugar donde su reino de justicia, amor y paz se manifiestan plenamente.


[1] Dale C. Allison, Resurrecting Jesus: The Earliest Christian Tradition and its Interpreters (New York: T & T Clark, 2005), 37-38.

[2] Ibid., 162.

[3] FAO, FIDA, y PMA, El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2012: El crecimiento económico es necesario pero no suficiente para acelerar la reducción del hambre y la malnutrición (Roma: FAO, 2012), 8.