El erudito del Nuevo Testamento Dale C. Allison en su libro Resurrecting Jesus interpreta la resurrección de Jesús como la aparición de un fantasma. Pero no piensen que es una explicación barata. El libro va construyendo su argumento de manera convincente y utilizando estudios hechos por investigadores del fenómeno paranormal.
Una de las conclusiones a las que se ha llegado a través de estas investigaciones ha sido, por ejemplo, que casi la mitad de las viudas y viudos han visto, escuchado o sentido la presencia de su pareja muerta (p. 273). Pero no se queda ahí, encuestas en la Europa occidental y Norte America afirman que la población en general tiene similares experiencias en un 10-40 por ciento. “Estas experiencias son, por otra parte, a menudo experimentadas de manera vívida y real” (p. 274). Lo que es extraño es que personas que no están pasando por un proceso de duelo también han tenido estas experiencias. Y lo que es sorprendente, las encuestas regularmente descubren personas que dicen que sus experiencias fueron compartidas con otros, que más de una persona vio una aparición o escuchó una voz incorpórea o sintió una presencia. El creer en la otra vida no es necesario, a menudo personas han sido obligadas a reconsiderar sus posturas hacia la muerte y la otra vida (p. 275). Varias reacciones tradicionales a estos datos serían: “Los espíritus van directamente al cielo o al infierno, no se quedan por ahí.” o “Son los demonios tratando de confundir a la gente” o “¡Uy!”.
Lo interesante de la postura de Allison no es que vaya en contra de la opinión ortodoxa del cristianismo. Esta es una postura adoptada gracias a varias experiencias. Lo pondré en sus propias palabras:
Una de mis mejores amigas fue, en el 1987, trágicamente atropellada por un conductor ebrio. Luego de varias semanas en coma, ella murió, junto con su hijo no nacido. Alrededor de una semana después de esto, me levante en medio de la noche. Ahí, parada al final de mi cama, estaba mi amiga Bárbara. Ella no dijo nada; simplemente estaba ahí. Su apariencia no coincidía con la visión tradicional de los fantasmas. Ella no era pálida o transparente o aterradora. Ella era al contrario hermosa y brillantemente luminosa e intensamente real. Su transfigurada, triunfante presencia, que duró sólo unos pocos segundos, me dio gran consuelo. A pesar de que no dijo nada, este pensamiento entró a mi mente: esta visión es inefablemente hermosa, y cualquier persona en ese estado será inefablemente hermosa. Cualquiera sea la explicación, esto es justamente lo que sucedió. (p. 275, trad. mía)
Allison tuvo otra experiencia con Bárbara en la que sintió una fuerte presencia a su lado y tuvo el claro pensamiento que se trataba de ella. También luego que su padre Cliff murió, su esposa, dos de sus hijos, su mamá viuda, su hermano y gente fuera de su familia tuvieron experiencias muy vívidas y dinámicas con él (pp. 276-277). Él lo compara a la experiencia que Pablo comparte en 1 Corintios 15. Para Allison este tipo de experiencias son antiguas y muy reales para quienes las viven.
No escribo esto porque crea que el Jesús resucitado sea un fantasma, eso en realidad no lo sé. Lo escribo para demostrar que es muy fácil creer que lo fue. La Iglesia desde muy temprano lo supo y luchó contra esa idea. Para los primeros discípulos Jesús resucitó de manera física y corporal. El próximo pasaje es un buen ejemplo:
Todavía estaban los dos contando su historia, cuando Jesús se presentó en medio de todos y los saludó: «¡Reciban la paz de Dios!» Todos se asustaron muchísimo, porque creyeron que era un fantasma. Pero Jesús les dijo: «¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué les cuesta tanto creer? ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! ¡Tóquenme! ¡Mírenme! ¡Soy yo! Los fantasmas no tienen carne ni huesos, pero yo sí.» Mientras les decía eso, Jesús les mostraba sus manos y sus pies. Pero ellos, entre asustados y contentos, no podían creer lo que estaban viendo. Entonces Jesús les preguntó: «¿Tienen algo de comer?» Ellos le dieron un pedazo de pescado asado, y Jesús se lo comió mientras todos lo miraban. (Lucas 24:36-43 TLA)