Es a la luz de Jesús que los fenómenos miméticos son revelados verdaderamente en su completa significancia. . . . Es el entendimiento de Jesús del deseo y la rivalidad mimética, y su compromiso no violento con la violencia resultante de tal fenómeno, que provee para nosotros una clave para interpretar toda la Biblia.[1]
En la entrada anterior escribíamos sobre el relato de la creación en Gn 2–3 interpretado desde la perspectiva del deseo mimético. Hoy intentaremos profundizar en las enseñanzas de Jesús desde el mismo marco. James Warren nos dice que todo el ministerio de Jesús “fue una revelación de la esclavitud de la gente al deseo mimético, y una demonstración de la escapatoria.”[2]
Hace unos meses, mientras hacía una clase sobre libro de Mateo y buscaba discutir varios textos, encontré el texto de Mt 18.1-9. Una de sus peculiaridades es la palabra «escándalo». El verbo scandalizō y el sujeto skandalon aparece seis veces en Mt 18.6-9 y se refiere a una trampa o piedra de tropiezo sobre el camino. Según Harrington, en el contexto eclesiástico de la comunidad de Mateo, se refiere a tentar hacia el pecado o incitar a la apostasía.[3] En el capítulo 3 de Compassion or Apocalypse? se plantea que esta palabra es más común en los evangelios de lo que nos dejan ver las traducciones más populares. Al mismo tiempo, tiene más significado de lo que a primera vista pudiésemos suponer.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderle diciendo: «¡Ni se te ocurra, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Sólo me sirves de escándalo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! (Mt 16.22-23 BJ)
En Mt 16.21 Jesús comienza a decirle a sus discípulos que debía ir a Jerusalén a una muerte segura. Nuestras tendencias docéticas debemos echarlas a un lado y afirmar que, a pesar de la seguridad que parecen emanar de sus palabras, Jesús era un humano como nosotros. Afirmar que la misión mesiánica incluía su muerte iba en contra de todo lo que cualquier persona a su alrededor hubiese deseado para él. “A cada momento, Jesús tenía que resistir el poder de sugestión que venía a él de todos aquellos que lo conocían, todos esos bien intencionados que preferirían tenerlo viviendo para ellos que muriendo para Dios.”[4]
Pedro asumió el papel de obstáculo cuando contradijo las palabras predictivas de Jesús acerca de su sufrimiento en Jerusalén. Una de las enseñanzas de la teoría mimética es que los obstáculos pueden convertirse en objetos de fascinación. Pedro también se postuló como modelo para Jesús, quería que Jesús copiara su deseo. Podemos hablar al mismo tiempo de Pedro-el-obstáculo y Pedro-el-modelo.[5]
Jesús, que se reconoce a lo largo de los evangelios como aquel que imita al Padre, se encuentra aquí ante la posibilidad de seguir el deseo alterno de Pedro. “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (RVR1995) son las duras palabras de Jesús a Pedro. (¿Recordamos cómo en Gn 3 la serpiente simboliza el deseo mimético?) La propuesta de Pedro está inmersa en el deseo mimético, que es la imitaron deliberada e inconsciente de otras personas. El deseo de Pedro no es suyo (recordemos la mentira romántica) y está en oposición al deseo de Dios.
Cuando Jesús le dice a Pedro que le sirve de escándalo, debemos sacarnos de la mente la idea contemporánea que lo define como un suceso intolerable que hiere nuestras sensibilidades morales. Según Girard, el escándalo en el NT no tiene que ver con comportamiento inmoral chocante. La gente se sentía ofendida con Jesús porque se pasaba con gente que era considerada desviada por la sociedad, pero no es a ellos a quienes se refiere la palabra «escándalo». Tampoco podemos definir el escándalo simplemente como una piedra de tropiezo u obstáculo. Muchos son los que tienen ese papel en los evangelios y tampoco son considerados «escándalo». Girard define el escándalo como una fuerza paradójica casi imposible de evitar que nos repele y atrae simultáneamente.[6] Jesús se sintió repugnado de la sugerencia de Pedro pero al mismo tiempo tentado por ella. De no ser capaz de superarla, de ponerla detrás de él, Jesús hubiese sido escandalizado.
Si Jesús hubiese sido escandalizado por Pedro, en primer lugar, hubiese reconocido la superioridad del deseo de Pedro respecto al suyo, en segundo, lo hubiese considerado un obstáculo en la vía y hubiese tenido que volverse suficientemente fuerte para superarlo. Ambas expresiones del escándalo son síntomas del ciclo de rivalidad. De haber sucumbido al escándalo, Jesús hubiese hecho a Pedro su rival. Jesús evita caer en la rivalidad mimética imitando al Padre, que está fuera de toda rivalidad con seres humanos.
En la próxima entrada sobre Compassion of Apocalypse continuaremos evaluando otros textos de los evangelios (¡el capítulo 3 es bastante largo!).
[1] James Warren, Compassion or Apocalypse? A Comprehensible Guide to the Thought of René Girard (Winchester, UK: Christian Alternative, 2013), Kindle Electronic Edition: Chapter 3, Location 869.
[2] Ibid., Location 875.
[3] Daniel J. Harrington, The Gospel of Matthew, Sacra Pagina 1 (Collegeville, Minnesota: Liturgical Press, 2007), 264.
[4] Warren, Compassion or Apocalypse?, Location 889.
[5] Ibid., Location 899.
[6] Ibid., Location 921.