«Echad la red»

 

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Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado? Le respondieron: No. Y El les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces. (Juan 21:4-6 LBLA)

Jesús resucitó. Eso ya los discípulos lo sabían. Al final, la muerte no pudo vencerle. El pecado fue quitado del mundo, Satanás fue derrotado… y cada cual regresó a lo cotidiano de la vida. Los discípulos regresaron a Galilea y se dispusieron a pescar.

Después de una noche larga y sin resultados, ya saliendo el sol, los hombres escucharon una voz anónima desde la orilla: “Hijos, ¿acaso tenéis algún pescado?”. ¡Qué ironía! Ellos en una barca rodeados de mar y solo capaces de responder: “No”. Ni uno solo.

“Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca”…. ¿Quién es ese hombre? ¿Qué sabía él? Pero, ¿había algo qué perder con intentarlo? Ya habituados por una noche de trabajo, lanzaron la red una vez más. ¿Por qué lo hicieron? Luego ninguno pudo explicarlo.

La voz de Jesús se insertó donde no había sido solicitada y su mandato fue enviado a unos que ignoraban su identidad. Solo después del milagro uno de los discípulos exclamó: “¡Es el Señor!” (Jn 21:7). La red vacía se llenó de peces y junto a ella la conciencia del Resucitado junto a ellos.

Frente a la muerte

Neil deGrasse es uno de los científicos más populares en la actualidad. Disfruté mucho su serie Cosmos: A Spacetime Odyssey (2014) y en el internet me he encontrado viendo muchos de sus vídeos sobre las ciencias y la vida. Uno de los vídeos disponibles presenta a Larry King entrevistando a Neil sobre su opinión de la muerte y la vida después de la muerte. No es un secreto que Neil es un agnóstico respecto a la existencia de un ser supremo y que asume el naturalismo como filosofía de vida.

En un momento de la entrevista Neil dice lo siguiente:

Es el conocimiento de que voy a morir que crea el enfoque que traigo a estar vivo: la urgencia del logro, la necesidad de expresar amor ahora, no después. Si vivimos para siempre, ¿por qué incluso levantarse de la cama en la mañana? Porque siempre tendrás un mañana. Ese no es el tipo de vida que quiero vivir…. Temo vivir una vida en la que pude haber logrado algo y no lo hice. Eso es lo que temo. No le temo a la muerte.

Creo que la posición que asume Neil es razonable. Si esta vida es todo lo que hay, debemos vivir con la urgencia de que tenga algún sentido. Si la muerte es inevitable, es responsable hacer las paces con ella. Si la muerte significa un regreso a la inexistencia (como el tiempo anterior a ser concebidos), esto no parece ser tan malo: nada se siente, nada se padece, nada se piensa.

¿Qué piensas de esto? ¿Es la muerte el final de todo? Sigue leyendo

La victoria de Cristo: Un desfile aromatizado

Los cristianos afirman que Jesús es Rey y Señor de todo cuanto existe. Su resurrección de entre los muertos fue la afirmativa del Padre a su obra y misión. Luego de aparecérsele a sus discípulos “fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios” (Mc 16.19). “Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR para gloria de Dios Padre” (Flp 2.9-11). Pero contrario a los reinos humanos, Jesús no obtuvo su señorío por fuerza y coerción, sino por desprendimiento, humillación y muerte de cruz (Flp 2.6-8).

Pablo en II Corintios 2.14-16 compara la victoria del Jesús resucitado con la de un general romano luego de una guerra. Tras una campaña militar exitosa, los generales hacían un desfile por la ciudad de Roma hacia el templo del dios Júpiter. Delante del desfile se esparcían perfumes y se quemaba incienso. También desfilaban prisioneros, algunos de ellos condenados a muerte. Los perfumes y el incienso les recordaba a los condenados la inevitabilidad de su muerte mientras al resto el perdón concedido a sus vidas.

Gracias a Dios que siempre nos lleva en el desfile victorioso de Cristo y que por medio de nosotros da a conocer su mensaje, el cual se esparce por todas partes como un aroma agradable. Porque nosotros somos como el olor del incienso que Cristo ofrece a Dios, y que se esparce tanto entre los que se salvan como entre los que se pierden. Para los que se pierden, este incienso resulta un aroma mortal, pero para los que se salvan, es una fragancia que les da vida. (II Cor 2.14-16a DHH)

Podemos notar que los creyentes somos parte del desfile victorioso del Mesías. Somos participantes del mismo en dos sentidos: 1) Nuestras vidas son “como el olor del incienso” y nuestra prédica “un aroma agradable”. 2) Somos esclavos del Rey a quienes se nos ha perdonado la vida. El aroma de su victoria nos recuerda que lo perdimos todo. Pero este Rey es el Rey Crucificado en cuyo reino hay esperanza y vida.

¿Qué implicaciones tiene para nuestra predicación el ser parte del desfile de Cristo? Tres puntos importantes:

1) Nuestro mensaje principal es de victoria cruciforme. La cruz antecede a la resurrección y es la causa de la misma. La victoria de Dios se obtiene siempre a través de la cruz. Si somos imitadores de Cristo (y de Pablo) no habrá nunca un Evangelio sin cruz. Debemos ser un “sacrificio vivo” si hemos de ser “olor de incienso” para el Padre. Así como Jesús murió para resucitar, nosotros debemos morir para participar de su Reino.

2) El desfile de Cristo se celebra en respuesta a una historia. En ocasiones nuestro mensaje va directamente de Adán a Cristo y se omite la historia de Israel. Es con la historia de Israel de trasfondo que entenderemos la continuidad y discontinuidad de Jesús y lo relevante de su vida, muerte y resurrección.

3) Después de la victoria de Cristo (su muerte y resurrección) nada negativo en la existencia tiene el poder de revocar el bien. El santo se volvió maldición, el que era justo fue castigado y su muerte fue su victoria. No podemos decir, como se hacía en la antigüedad, que la enfermedad, la pobreza y la marginación sean causa del pecado. Aún en las situaciones más oscuras de la existencia humana Dios está presente.

El Jesús resucitado, ¿un fantasma?

El erudito del Nuevo Testamento Dale C. Allison en su libro Resurrecting Jesus interpreta la resurrección de Jesús como la aparición de un fantasma. Pero no piensen que es una explicación barata. El libro va construyendo su argumento de manera convincente y utilizando estudios hechos por investigadores del fenómeno paranormal.

Una de las conclusiones a las que se ha llegado a través de estas investigaciones ha sido, por ejemplo, que casi la mitad de las viudas y viudos han visto, escuchado o sentido la presencia de su pareja muerta (p. 273). Pero no se queda ahí, encuestas en la Europa occidental y Norte America afirman que la población en general tiene similares experiencias en un 10-40 por ciento. “Estas experiencias son, por otra parte, a menudo experimentadas de manera vívida y real” (p. 274). Lo que es extraño es que personas que no están pasando por un proceso de duelo también han tenido estas experiencias. Y lo que es sorprendente, las encuestas regularmente descubren personas que dicen que sus experiencias fueron compartidas con otros, que más de una persona vio una aparición o escuchó una voz incorpórea o sintió una presencia. El creer en la otra vida no es necesario, a menudo personas han sido obligadas a reconsiderar sus posturas hacia la muerte y la otra vida (p. 275). Varias reacciones tradicionales a estos datos serían: “Los espíritus van directamente al cielo o al infierno, no se quedan por ahí.” o “Son los demonios tratando de confundir a la gente” o “¡Uy!”.

Lo interesante de la postura de Allison no es que vaya en contra de la opinión ortodoxa del cristianismo. Esta es una postura adoptada gracias a varias experiencias. Lo pondré en sus propias palabras:

Una de mis mejores amigas fue, en el 1987, trágicamente atropellada por un conductor ebrio. Luego de varias semanas en coma, ella murió, junto con su hijo no nacido. Alrededor de una semana después de esto, me levante en medio de la noche. Ahí, parada al final de mi cama, estaba mi amiga Bárbara. Ella no dijo nada; simplemente estaba ahí. Su apariencia no coincidía con la visión tradicional de los fantasmas. Ella no era pálida o transparente o aterradora. Ella era al contrario hermosa y brillantemente luminosa e intensamente real. Su transfigurada, triunfante presencia, que duró sólo unos pocos segundos, me dio gran consuelo. A pesar de que no dijo nada, este pensamiento entró a mi mente: esta visión es inefablemente hermosa, y cualquier persona en ese estado será inefablemente hermosa. Cualquiera sea la explicación, esto es justamente lo que sucedió. (p. 275, trad. mía)

Allison tuvo otra experiencia con Bárbara en la que sintió una fuerte presencia a su lado y tuvo el claro pensamiento que se trataba de ella. También luego que su padre Cliff murió, su esposa, dos de sus hijos, su mamá viuda, su hermano y gente fuera de su familia tuvieron experiencias muy vívidas y dinámicas con él (pp. 276-277). Él lo compara a la experiencia que Pablo comparte en 1 Corintios 15. Para Allison este tipo de experiencias son antiguas y muy reales para quienes las viven.

No escribo esto porque crea que el Jesús resucitado sea un fantasma, eso en realidad no lo sé. Lo escribo para demostrar que es muy fácil creer que lo fue. La Iglesia desde muy temprano lo supo y luchó contra esa idea. Para los primeros discípulos Jesús resucitó de manera física y corporal. El próximo pasaje es un buen ejemplo:

Todavía estaban los dos contando su historia, cuando Jesús se presentó en medio de todos y los saludó: «¡Reciban la paz de Dios!» Todos se asustaron muchísimo, porque creyeron que era un fantasma. Pero Jesús les dijo: «¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué les cuesta tanto creer? ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! ¡Tóquenme! ¡Mírenme! ¡Soy yo! Los fantasmas no tienen carne ni huesos, pero yo sí.» Mientras les decía eso, Jesús les mostraba sus manos y sus pies. Pero ellos, entre asustados y contentos, no podían creer lo que estaban viendo. Entonces Jesús les preguntó: «¿Tienen algo de comer?» Ellos le dieron un pedazo de pescado asado, y Jesús se lo comió mientras todos lo miraban. (Lucas 24:36-43 TLA)

¿Un descenso al infierno?

El Credo Apostólico, una de las herencias doctrinales más antiguas de la Iglesia, dice:

Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro; que fue concebido del Espíritu Santo, nació de la virgen María, padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; y desde allí vendrá al fin del mundo a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.

Hoy, gracias a la curiosidad de un amigo, estudiaremos la sección que afirma que Jesús «descendió a los infiernos.»

Comienzo haciéndoles las siguientes preguntas: ¿Qué piensan cuando escuchan que Jesús descendió a los infiernos después de morir? ¿Será cierto? ¿Para qué pudo haber descendido?

Para comenzar a examinar este tema debemos comenzar leyendo los textos bíblicos en los que se basa esta afirmación, que en nuestro caso particular es solo uno:

18 Porque Cristo murió una vez y para siempre para perdonarnos nuestros pecados. Él era bueno e inocente, y sufrió por los pecadores, para que ustedes pudieran ser amigos de Dios. Los que mataron a Cristo destruyeron su cuerpo, pero él resucitó para vivir como espíritu. 19 De este modo, fue a anunciar su victoria a los espíritus que estaban presos. 20 Eran los espíritus de los que desobedecieron a Dios en los tiempos de Noé. Dios esperó con paciencia a que se arrepintieran, mientras Noé construía la barca, pero no lo hicieron. Sólo unos pocos subieron a la barca y se salvaron del diluvio, pues el agua misma llevó a esas ocho personas a lugar seguro. (1 Pedro 3:18-20 TLA)

¿Qué dice el pasaje sobre el descenso a los infiernos? Para comenzar a explicar este pasaje primero debemos entender cómo el escritor de 1 Pedro entendía el mundo.

En el pasado el entendimiento del mundo era diferente al actual. Se creía que el universo se componía de tres plantas: cielo, tierra e infierno. De esta concepción se desprende la interpretación tradicional de este pasaje. Pero, ¿qué sucedió? El pensamiento evolucionó con ideas griegas y ahora la tierra se movía libremente en el espacio, rodeada de esferas planetarias, “la región celeste por encima de la luna estaba reservada a los dioses y la región celeste por debajo de la luna a los espíritus de los hombres y a los poderes demoníacos.” (H. Kung, Vida Eterna, p. 212) Por lo tanto, no se puede hablar de un descenso en este pasaje, más bien de un ascenso. El pasaje en cuestión nunca dice que Jesús descendió a algún lugar. Otros pasajes de la Biblia confirman esta posición:

8 Por eso, la Escritura dice:

«Subió al cielo llevando consigo a los cautivos,
y dio dones a los hombres.»

9 ¿Y qué quiere decir eso de que «subió»? Pues quiere decir que primero bajó a esta tierra. 10 Y el que bajó es el mismo que también subió a lo más alto del cielo, para llenarlo todo. (Efesios 4:8-10 DHH)

La parte más baja de la tierra a la que se refiere el pasaje es donde vivimos tu y yo. Jesús, después de su muerte y resurrección, ascendió a los cielos, y es entonces, de camino al cielo, cuando anuncia a los «espíritus que estaban presos» su mensaje de victoria. Este mensaje a los espíritus no es uno de liberación carcelaria, sino una declaración de victoria del bien sobre el mal y de la vida sobre la muerte. Podemos entonces hacernos la pregunta: ¿quiénes son estos espíritus presos?

Existe un libro fuera del canon bíblico que fue muy estimado por muchos de los primeros cristianos llamado el Libro de Enoc. Este libro reinterpreta el pasaje de Génesis 6:1-8 y relata como un grupo considerable de ángeles bajan del cielo, se juntan con las mujeres humanas y cometen todo tipo de maldades. Finalmente, Dios los castiga y son retenidos en el «segundo cielo» hasta el juicio final. (Kung, p. 212) El autor del libro de Judas lo explica así: «Y a los ángeles que no conservaron su debido puesto, sino que dejaron su propio hogar, Dios los retiene en prisiones oscuras y eternas para el gran día del juicio.» (Judas 1:6) Es a estos espíritus a quienes Jesús les predica de camino a su exaltación gloriosa después de su resurrección en el relato de 1 Pedro. ¿Qué podemos pensar entonces?

Podemos llegar varias conclusiones luego de este estudio:

– A pesar de que el «descenso a los infiernos» ha sido afirmado tradicionalmente por todas las confesiones ortodoxas, no es un elemento primordial de la fe.

– Los autores bíblicos y los primeros cristianos utilizaron conocimiento que su cultura les proporcionaba para explicar su fe, conocimiento que podía modificarse o invalidarse con el paso del tiempo.

– El tema principal del pasaje de 1 Pedro no es el «descenso a los infiernos» sino el anuncio de la victoria de Cristo sobre la muerte y la derrota de los poderes del mal que corrompen a la humanidad.

Jesús resucitó, ¡Aleluya!

Para nosotros que celebramos las épocas del año litúrgico, esta semana continuamos celebrando la resurrección de Jesús en lo que se denomina la Octava de Pascua. Esta comienza desde el Domingo de Resurrección hasta el domingo próximo. Toda la semana se ve como si fuese el mismo día de la resurrección, por lo tanto todos estos días se caracterizan por un gran júbilo.

Les presento un canto muy antiguo, con un mensaje hermoso y propicio para estos días. ¡Disfrútenlo!


O FILII ET FILIAE

Traducción

Aleluya

Oh hijos e hijas: el rey celestial, el rey de la gloria resucitó de entre los muertos, Aleluya.

Al amanecer del día sábado, llegaron los discípulos a la puerta del sepulcro.

Junto con María Magdalena, con Santiago y Salomé vinieron a ungir el cuerpo.

Un ángel con vestimentas blancas les anunció a las mujeres: El Señor está en Galilea.

Y Juan el apóstol corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al monumento.

Cuando estaban reunidos los discípulos, se presentó Cristo en medio de ellos y les dijo: La paz esté con vosotros.

En esta fiesta santísima haya alabanza y júbilo, bendigamos al Señor, aleluya.

Por todo esto demos gracias a Dios con humilde devoción. Aleluya