El conocimiento de mí mismo (3)

Continuamos con esta serie de entradas dedicadas a definir a Dios y las implicaciones de ese Dios en el entendimiento del ser humano. Hoy trataremos el texto de Génesis 2-3, haremos una síntesis general y llegaremos a conclusiones finales.

Introducción

La Biblia Hebrea (o Antiguo Testamento) fue determinada por varios eventos relevantes. Uno de los más importantes fue el exilio de los judíos a Babilonia en el 587 a.C. Luego de vivir unos cuatrocientos años bajo la monarquía davídica, Jerusalén y su templo fueron destruidos por los babilonios y la élite social de la ciudad fue llevada a Babilonia. Esto último es anunciado en el libro de Deuteronomio como una posible consecuencia a la desobediencia de Israel al mandato de Dios:

36 »El Señor hará que a ti y a tu rey se los lleven a una nación que ni tú ni tus padres conocieron. Allí tendrás que servir a otros dioses, hechos de madera y de piedra, 37 y serás motivo de horror, de refrán y de burla en todos los pueblos donde te lleve el Señor. (Deuteronomio 29:36-37)

Sin entrar en detalles, muchos relatos de la Biblia tienen su base en este suceso. Los libros de los profetas, partes de los libros sapienciales y relatos del Pentateuco fueron trabajados con el exilio babilónico en mente. A causa de los sucesos trascendentales que vivieron, los judíos se vieron en la necesidad de buscar explicaciones que hicieran sentido a su realidad. Todo su mundo se había venido abajo y una de las explicaciones a los eventos trágicos de su historia fue esta: El exilio significaba que habían fallado a la Alianza que habían hecho con Yahvé. No habían guardado los mandamientos que Él les había encomendado. ¿Qué tiene eso que ver con el tema que ya habíamos comenzado a trabajar? Todo que ver. Veamos…

Yahvé en Génesis 2-3

El pasaje de Génesis 2-3 cuenta la creación desde otra perspectiva al relato de Génesis 1. Si recordamos, en el capítulo 1 Elohim es visto como un Dios trascendente que crea únicamente a través de su palabra. En este relato Yahvé es un Dios cercano, y que podemos definir hasta con características humanas:

  • Formó al hombre de la tierra (2:7).
  • Sopló aliento de vida en el hombre (2:7).
  • Plantó un jardín en la región de Edén (2:8).
  • Puso al hombre en el jardín (2:8).
  • Puso también el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal en medio del jardín (2:9).
  • Formó aves y animales (2:19).
  • Le sacó una costilla al hombre y le cerró la carne (2:21).
  • Andaba por el jardín (3:8).

Creo que ambos pasajes (Gen. 1 y 2-3) conviven uno junto al otro para enfatizar una verdad sobre Dios: a pesar de que Dios va más allá de su creación, esta le interesa y está profundamente apegado a ella. Es interesante que Dios «se ensucie las manos» con su creación y que no sea un dios espectador. No hay mejor confirmación a esta verdad que la revelación de Jesús. Dios mismo se hizo hombre para salvar a la humanidad.

El hombre en Génesis 2

El relato bíblico enfatiza el origen simple del hombre: el polvo de la tierra (2:7). Cuando examinamos el pasaje bíblico nos damos cuenta que en esencia el ser humano comparte su origen con los animales y aves (2:19). Es más, en el relato de Génesis 2 los animales son creados por Dios en la búsqueda de la ayuda idónea para el hombre. La diferencia entre los animales y el «adán» estriba en el soplo divino que le da vida al hombre (2:7). La ayuda idónea del hombre es creada de su propia costilla. La exclamación «¡Ésta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos!» (2:23) muestra una unidad tal que manifiesta igualdad y respeto.

Yahvé dignificó al hombre y le puso en un jardín plantado por sí mismo para que lo cultivara y guardara. También le dio al hombre la potestad de darle nombre a los animales, detalle que muestra la autoridad dada por Dios al hombre respecto a la creación. Mucho más podría decirse, pero va más allá del tema que nos ocupa.

Simbolismo en Génesis 2-3

Recordemos lo que hablábamos al principio sobre el exilio. Es mi opinión que Génesis 2:4b-3 está modelado de manera general en este evento. El pueblo judío interpretó toda la historia humana a la luz de los eventos importantes que definieron su identidad nacional y religiosa. A continuación haré una comparación del relato de Génesis y la historia de Israel. Aviso de antemano que no creo que la igualdad sea total, pues existen detalles obvios que las diferencian, pero sí creo en la dependencia general del relato de Génesis 2:4b-3 del exilio babilónico.

La elección de Israel

El pasaje de Génesis atestigua que «adán» fue creado del polvo. Esta es una imagen de fragilidad y mortandad que comparte con el resto de los seres vivos. Al hacer esta comparativa viene a mi mente la elección de Israel como pueblo de Dios. En algún lugar de la Escritura se hace evidente que Dios no elige a Israel como pueblo por alguna cualidad especial que estos poseyeran. En ese sentido podemos hablar de la creación de un pueblo «del polvo». Nada los separaba de los pueblos paganos que le rodeaban.

Este pueblo también era un pueblo esclavizado. Los egipcios habían doblegado a los hebreos en sus medios por varios siglos. Y es gracias a la intervención divina por mano de Moisés que el pueblo recibe la promesa de la tierra prometida. Literalmente el pueblo era polvo, no era nada hasta el soplo de vida del Creador.

La tierra prometida

El pasaje de Génesis nos dice que Dios puso al hombre que había creado en un jardín que Él había plantado. De la misma manera, la tierra prometida en la que Dios introdujo al pueblo de Israel era una tierra de abundancia, una abundancia que el pueblo no trabajó. Así lo dice la Escritura:

10 »El Señor y Dios de ustedes los va a hacer entrar en el país que a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob juró que les daría. Es un país con grandes y hermosas ciudades que ustedes no construyeron; 11 con casas llenas de todo lo mejor, que ustedes no llenaron; con pozos que ustedes no cavaron, y viñedos y olivos que ustedes no plantaron, pero de los cuales comerán hasta quedar satisfechos. (Deuteronomio 6:10-11)

La ley de Dios

Dios le dio sus mandamientos al pueblo de Israel para que tuviesen buena vida y fueran partícipes de sus promesas. Así lo asegura Deuteronomio 6:3 cuando dice: Por lo tanto, israelitas, pónganlos en práctica. Así les irá bien y llegarán a ser un pueblo numeroso en esta tierra donde la leche y la miel corren como el agua, tal como el Señor y Dios de sus antepasados se lo ha prometido.

En el pasaje de Génesis Yahvé también da una orden: Cuando Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara, le dio esta orden: «Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás.» (Génesis 2:16-17).

Se rompe la Alianza

Si algo es sumamente conocido en el relato de la creación es que tanto el hombre como la mujer no estuvieron a la altura de la orden divina. Fueron tentados a comer de la fruta prohibida y fallaron.

La historia de Israel nos relata las constantes fallas del pueblo a la ley de Dios: idolatría, corrupción moral, corrupción política e hipocresía religiosa. Los vecinos de Israel le tentaban con sus prácticas paganas, prácticas que corrompían el ideal divino. El final solo podía ser uno…

Exilio

23 Por eso Dios el Señor sacó al hombre del jardín de Edén, y lo puso a trabajar la tierra de la cual había sido formado. (Génesis 3:23)

El hombre y su mujer no pudieron continuar viviendo en el jardín que Dios plantó para ellos. No obedecieron las palabras de vida que les habló. El árbol de la vida sería inaccesible y de ahora en adelante las cosas serían más difíciles.

36 »El Señor hará que a ti y a tu rey se los lleven a una nación que ni tú ni tus padres conocieron. Allí tendrás que servir a otros dioses, hechos de madera y de piedra, 37 y serás motivo de horror, de refrán y de burla en todos los pueblos donde te lleve el Señor. (Deuteronomio 29:36-37)

A causa de la desobediencia al pacto con Yahvé el pueblo fue desterrado. Jerusalén estaba en ruinas y el templo destruido. De ese momento en adelante nada sería igual.

Conclusiones generales

Dios es trascendente. Su ser va más allá de lo creado. Sin embargo, como hemos notado, ese ser que es «Otra Cosa» tiene un interés especial en su creación. Interés que se completa en la obra salvífica de Jesús de Nazaret, quien unió en sí la naturaleza humana y divina, siendo completamente Dios y completamente hombre. Le interesamos a Dios, que no haya duda.

El ser humano lee la historia humana en la historia del pueblo de Israel. A pesar de la revelación divina y la vida que esta proporciona, hemos sido desobedientes a lo que es nuestro bien. Sin embargo, esto no elimina nuestra dignidad como seres creados por Dios. Dios continúa en la búsqueda de nosotros. A pesar de nuestras desgracias el Padre busca que lleguemos a nuevos entendimientos sobre quién es Él, ahora a la luz de Cristo Jesús. Dios sopla vida en nosotros, su Espíritu Santo nos llena, cuando respondemos al llamado de seguir a Cristo hacia la cruz.

Aunque con poca probabilidad experimentemos literalmente lo que se denomina un exilio, todos hemos experimentado las consecuencias del pecado de una manera u otra. Gracias al desorden del pecado estamos lejos del bienestar integral, bienestar que sólo proviene de Dios.

Termino esta corta serie citando a Juan Calvino:

Así, por el sentimiento de nuestra ignorancia, vanidad, pobreza, enfermedad, y finalmente perversidad y corrupción propia, reconocemos que en ninguna otra parte, sino en Dios, hay verdadera sabiduría, firme virtud, perfecta abundancia de todos los bienes y pureza de justicia; por lo cual, ciertamente, nos vemos impulsados por nuestra miseria a considerar los tesoros que hay en Dios. Y no podemos de veras tender a Él, antes de comenzar a sentir descontento de nosotros. Porque ¿qué hombre hay que no sienta contento descansando en sí mismo? ¿Y quién no descansa en sí mientras no se conoce a sí mismo, es decir, cuando está contento con los dones que ve en sí, ignorando su miseria y olvidándola? Por lo cual el conocimiento de nosotros mismos, no solamente nos aguijonea para que busquemos a Dios, sino que nos lleva como de la mano para que lo  hallemos.