Tiempo de Trascendencia: El ser humano como un proyecto infinito (5)

5. Lugares privilegiados de experiencia de la trascendencia

En el capítulo tres Boff nos decía que “todos los tiempos son tiempos de trascendencia”. Ahora nos preguntamos, ¿dónde experimentamos la trascendencia diariamente? Nos contesta Boff:

Para mí, la experiencia más fundamental, la que llega a lo más profundo de nosotros, es la del enamoramiento. Cuando una persona se enamora, la otra persona es para ella una divinidad. No se miden los sacrificios, ni tiene importancia el tiempo. Cancelas tus compromisos, llegas incluso a mentir por encontrarte con la persona amada… ¿Por qué? Porque tu sales de ti y vas al encuentro del otro. Es una experiencia de éxtasis, fuera de la realidad. Y no hay quien no se enamore.

Luego Boff da ejemplos particulares de experiencias de trascendencia: la intimidad sexual, la experiencia mística de San Juan de la Cruz, la decisión de una comunidad pobre de ir a un centro comercial por primera vez, la apreciación de una obra teatral, de un libro o película, el tomar decisiones que te marcan, el encontrarte con el otro y recibir palabras de dirección.

Podemos decir entonces que trascendemos cuando nuestros horizontes de vida de amplían a un universo más grande, más profundo, más complejo.

Espiritualidad: Un camino de transformación (2)

7. El camino espiritual de Occidente

Occidente y Oriente han recorrido caminos diferentes en cuanto a la espiritualidad, pero no deben verse como opuestos sino como complementarios. El Occidente es «el camino de la comunión personal con Dios, que incluye todo». El Oriente es «el camino de la comunión con el todo, que incluye a Dios» (p. 47). Un abrazo entre ambas significaría la apertura a una «experiencia comprehensiva y totalizadora de Dios» (p. 48).

Boff no cree que un camino (Occidente u Oriente) sea mejor que el otro. En este sentido relata una conversación con el Dalai Lama en la que este último contestó una pregunta suya (¿cuál es la mejor religión?) diciéndole: «La mejor religión es la que te hace mejor» (p. 48).

En contra, pues, de lo que se asevera actualmente en los círculos más encumbrados y cerrados del Vaticano, no podemos afirmar que el cristianismo por sí solo posea el total y perfecto arsenal de los medios de salvación y sea el único camino querido por Dios para llegar a Él, pudiendo dispensarse del concurso de las demás religiones. Semejante afirmación, además de arrogante, es teológicamente errónea, porque todo el océano divino no puede ser contenido por nuestro reducido recipiente, y toda la grandeza de Dios no se agota en nuestros pobres discursos. (p. 49)

Cuando estudiamos el camino espiritual de Occidente nos damos cuenta que está determinado por la experiencia judeo-cristiana. El Dios que se manifiesta en esa experiencia es personal y dialogal. A partir de ese encuentro con Dios el ser humano se conoce a sí mismo. Ese diálogo amoroso que se desarrolla entre Dios y el hombre se asemeja a un proceso de enamoramiento. «En esta experiencia nos sentimos radicalmente humanos, y no conseguimos pensar la felicidad y la eternidad si no es como prolongación infinita de dicha experiencia llena de sentido» (p. 51). Los místicos San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila y el Maestro Eckhart son citados como ejemplos de personas que han experimentado a Dios de esta manera.

En este capítulo Boff define el concepto panenteísmo, «que significa que Dios está en todas las cosas, y todas las cosas en Dios» (p. 53). No es lo mismo que el panteísmo, que iguala a Dios y al mundo sin diferencia. Bajo esta perspectiva panenteísta la realidad se transfigura y el universo se convierte en un gran sacramento. Dios no está lejos, más bien dentro en el corazón. Se hace un llamado a una fe vigorosa, una fe que ve a Dios aún en las contradicciones de la vida. Todo está en Dios.