Lo que Pablo perdió (1)

Seguimos discutiendo el libro Spirituality According to Paul: Imitating the Apostle of Christ (InterVarsity Press, 2011) de Rodney Reeves. Las próximas entradas estarán dedicadas a discutir el capítulo uno, Foolish Death: Suffering the Loss of All Things.

Terminábamos la entrada pasada preguntándonos qué perdimos cuando nos encontramos con Jesús. «Si vamos a imitar a Pablo, tal vez él nos ayude a entender qué perdimos cuando ganamos a Cristo» –nos dice Reeves.

Perdimos el derecho a la presunción

Como antiguo fariseo, «Pablo acostumbraba presumir de su linaje, su religión, su pasión por “la causa,” de cómo siempre tenía la razón». Pero el encuentro en el camino a Damasco enterró todas sus pretensiones. Quién él era ya no importaba. Todo aquello que le daba estatus ya no valía más. De lo único que Pablo pudo presumir luego de la cristofanía fue de la cruz. La cruz de Cristo le recordaba «su propia debilidad, su propia insuficiencia, lo equivocado podía estar».

«Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufrimientos; haciéndome semejante a él en su muerte» –dijo Pablo en Filipenses 3:10. Y esa muerte redentora de Cristo en la cruz viró el mundo al revés. Específicamente, anuló las pretensiones de Pablo de decir que estaba bien en su propia opinión.

Reeves hace una gran afirmación: «la cruz debe hacernos reticentes en declarar quién es maldecido por Dios». Vemos los desastres personales de personas y nos preguntamos qué hicieron para merecerlo. Vemos desastres en países como Haití y se escuchan cristianos afirmando que fueron castigados por su pecado. Irónicamente no nos expresamos igual sobre Jesús. Al contrario, hablamos de la muerte de Jesús como el amor de Dios por nosotros.

«De hecho, a causa de la cruz, los cristianos sostienen la idea absurda que las maldiciones deben ser aceptadas como bendiciones, que en la muerte injusta de Jesús es donde encontramos justificación, que la culpa es irrelevante a los propósitos de Dios y que los días oscuros son signos del favor divino.»

Pablo acogió en sí al Cristo crucificado, de manera que la maldición en realidad era bendición y la debilidad, fortaleza. El orgullo dio paso a la humildad, la que Pablo exaltó como virtud. «Si de algo hay que gloriarse, me gloriaré de las cosas que demuestran mi debilidad» (2 Corintios 11:30). «La cruz de Cristo no solamente explicaba un mundo roto; sino que también corrigió un mundo roto.»

¿Cómo cambiaría tu vida si perseguir la cruz de Cristo fuera el propósito de la vida cristiana?

¿Perdiste tus presunciones cuando te encontraste con Jesús?